6.24.2005

RABIA

Un punto rojo destellaba en la penumbra apenas iluminada por una luz cansada. Sus ojos se clavaron en la palabra venganza y ya no pudo avanzar con su lectura. La v se le aparecía en mayúsculas. Imaginó toda la palabra en letras góticas chorreadas de sangre. Pero ésta no era la sangre derramada como símbolo máximo del sacrificio. Era sangre de rabia, que hasta ahora lo había mantenido vivo. Los hechos que siguen dan cuenta de por qué murió su amigo y el deseo de vindicación que le siguió a esa muerte.
Mi amigo, Esteban Roca, amaba a Helena. Y, felizmente, era correspondido. Alberto Kraus también amaba a esa mujer. Así elucubró un plan para deshacerse de mi amigo. Es sabido que la pasión es el móvil del crimen más elevado. Sólo esto puedo perdonarle a Kraus. Pero no es suficiente. Helena solía encontrarse con Esteban en la esquina de Florida y Corrientes. Caminaban por Florida hablando de arte y mirando de tanto en tanto alguna vidriera para luego refugiarse en algún bar. Kraus los seguía de cerca. Y esperaba horas fuera del bar, incluso cuando diluviaba, hasta que ellos, ya algo cansados de proponer posibles argumentos para una futura novela escrita en colaboración, salían y tomaban un taxi que dejaría primero a Helena y luego seguiría hasta el departamento de Esteban.
Ya en su departamento, mi amigo, encendía un cigarrillo y se tumbaba en la cama para dejar que sus pensamientos recorrieran a Helena, su cuerpo y su alma. Hacer el amor con Helena, me decía, es extraer oro de una mina encantada. La mezquindad de Alberto Kraus no le permitía soportar estas conversaciones. Se levantaba con rabia y abandonaba la mesa con alguna excusa poco imaginativa. Compartiendo la felicidad de mi amigo le pedí que me contara uno de esos argumentos que algún día tomarían forma de novela. Uno versa acerca de una secta árabe creo, que somete a sus iniciados a pruebas imposibles. Le dije que me resultaba conocido, a lo que respondió que la originalidad no era un valor estético. Pero
el que preferimos, continuó entusiasmado, es acerca de una venganza. Por celos de una mujer un amigo mata a otro y un tercer amigo decide vengar esa muerte. ¿Cómo ocurren las dos muertes?, pregunté. La muerte celosa, continuó, ocurre a partir de un robo simulado, seguido del asesinato. La muerte vengativa se da después de una larga espera. El vengador aguarda a que el asesino caiga enfermo y lo visita en su lecho. Le ofrece un cigarrillo y junto con un vaso de agua, un hipnótico disuelto. Las sábanas prenden rápido. El justiciero abandona la habitación satisfecho. Allí sentado aguarda, ahora, que Kraus caiga enfermo.
//Ya que yo estoy bastante atareado y no he tenido tiempo de dedicarme a ordenar letras sobre un papel en blanco, alguien me ha permitido postear este escrito suyo, que acabo de leer y me ha gustado mucho. Gracias señorita 99, nunca dejes de escribir porque lo haces muy bien. Saludos a todos.//

6.20.2005

Novedades

No mucho, pero bueno, quería postear algo... jeje
Empecé a laburar, lo cual me alegra mucho. Pero lamentablemente me quita tiempo que podría invertir en este blog. Será cuestión de organizarme un poco. Además está la Facultad, donde siempre hay algo para leer o estudiar. Y la vida en si, pareja, amigos... Que complicado disfrutar de todo lo que conseguimos y que nos da tanta alegría y placer.

Con respecto al blog, voy avanzando. Ya logré colgar una foto mía en My Profile, para que cuando me crucen en las calles de Buenos Aires me reconozcan y puedan insultarme a gusto.
También tengo un par de cosas que cuando las termine las postearé.

Eso es todo. Mis amigos me están esperando para ir a tomar una birra.

Hasta la próxima!
Saludos.

6.08.2005

Una muchacha y una guitarra

Una tarde en la que una llovizna intermitente no terminaba de mojar las calles que ella caminaba, al bajar al subte lo vio. Él tocaba su guitarra con despreocupación, pero no porque no tuviera preocupaciones sino porque aún sabía disfrutar de su guitarra a pesar de lo demás.
Ella se detuvo a oírlo, le maravillaba de él aquello que ella no tenía, o que no sabía que tenía. Se miraron. Se gustaron. El músico cambio de profesión por unos instantes, todo hombre que se precie debe saber regalarle un poco de poesía a la mujer que quiere, y él lo sabía. El poeta se paró, la miró y dijo con humildad y pasión:
“quiero estar en tu abrazo,
y reflejarme en tu mirada.
Quiero oírte decir mi nombre
en un suspiro de tu alma”
Ella sonrió; la sonrisa lo besó; el beso los unió. Ese instante de magia inesperada detuvo el tiempo; todo fue sensaciones y sentimientos, ríos que se desataron y que será difícil controlar. Soñó que era feliz junto a él, soñó que soñaba que era triste y que luego se despertaba a su lado; las ilusiones pueden ser crueles cuando no son más que ilusiones. Cuando el beso terminó, además de dejar ansias de más dejó también inseguridades y temores. No fue un beso cualquiera, no fue entre dos personas cualquiera. Ella lo supo y no quiso continuar. Lloró mientras se alejaba de esa boca que le dio felicidad. Se miraron nuevamente, ella los ojos mojados, él los suyos perplejos. Le acarició el rostro, como preguntándole que le pasaba; pero esos labios de mujer permanecieron sellados, enmudecidos por el dolor. El poeta sufrió como si esas lágrimas fueran su culpa, y lloró por dentro. No solo el dolor de ella lo lastimaba, también tenía su propio dolor. Él nunca le había dicho una poesía tan inspiradamente a una mujer, ni nunca había besado a alguien sin mediar palabra como si sus miradas ya hubiesen dicho todo lo que había que decir. Alguien podría decir que el destino no los quería unidos, pero eso al que quiere estar con la otra persona no le importa. La mujer habría querido escapar corriendo de ahí pero no pudo, quizá porque en su interior deseaba enormemente a ese tipo que le hizo sentir tantas cosas en tan poco tiempo.
Titubeó al verla llorar, pues no sabía si sus canciones podrían contenerlas. Dudó de si mismo y se sintió un inútil, pero su corazón lo volvió a vestir con la verdad. Él sabía que ese beso fue real, ni siquiera su imaginación podría haber creado algo tan hermoso, y confiaba en que sabría como detenerla a su lado. Si tan sólo lo dejara cantarle otra canción, eso era todo lo que él necesitaba. Es tan difícil dejarse llevar cuando la vida no muestra más que caminos peligrosos con destinos inciertos, tal vez es tan duro caminarlos como lo es quedarse parado y mirarlos, en lo que se diferencian es que transitándolos se gana, incluso perdiendo estarás ganando cosas que quedándose parado nunca llegaras a tener. El poeta, un alma que caminó toda su vida, no pensaba nunca en detenerse; la mujer, un alma que también caminó toda su vida, estaba cansada de hacerlo y tropezó. Él le tendió la mano para ayudarla a levantarse y seguir, ella lo miró y entendió lo que es comenzar a conocer un camino nuevo, un camino que se descubre con cada paso. El poeta no quería ni lunas ni estrellas, sólo la quería a ella. Ella lo quería a él. A veces las cosas pueden decirse tan simplemente...


Una pequeña historia que apareció al sentarme delante el teclado. Tengo muy abandonado el blog, lo se. Sucede que no quiero poner cualquier cosa, sino sólo lo que valga la pena se posteado. Y además en la facultad se viene la época de exámenes, de cierre de cuatrimestres y tengo mucho que hacer. Hay que tener paciencia, lo importante es que tengo muy presente este lugar, y tengo ganas de darle mucha más bola, así que es sólo cuestión de tiempo.
Por último, les recomiendo muchísimo la última película de Woody Allen “Melinda Melinda”. Es sencillamente maravillosa, encantadora. Me gustó mucho. :-)
Saludos.

6.01.2005

Ella y El Tiempo

Aquella mujer está mirando el tiempo, como siempre lo hace. Sin saber la causa, sin encontrar un motivo, pero convencida de que ella podría controlarlo si quisiese. Sabe además que ni siquiera el tiempo posee poder suficiente como para dominar su vida, su porvenir, o finalmente, decidir su muerte. Ella siempre será ella como lo es en este momento, sentada y tranquila, poderosa y eterna. Pasará el otoño y sus hojas huérfanas, pasará el pálido invierno y la sonriente primavera, llegará el verano; arriba amarillo y cielo, abajo ella sentada mirando el tiempo. Así una y otra vez, y todo igual. El mismo pelo cayendo sobre sus hombros; las mismas manos una sobre la otra, puras como si nunca hubiesen sido usadas; su mirada perdida entre el ayer y el mañana; su sonrisa fina estampa de una belleza que no se entiende ni se olvida.
Tal es su poder que estando ahí sentada mirando el tiempo está también en todos, está en mi mente y en la tuya. Inquieta su silencio, después de tanto observar debe tener mucho para decir. Quizá se burla de nosotros, que nos creemos tan fuertes cuando en realidad somos un simple suspiro de su boca, de esa boca que sonríe eternamente ahí sentada, en mi y en vos.
Esos labios esconden detrás de su sonrisa una soledad de colores, de oleos que la pintan y la encierran a la vez; es testigo de la historia, la muerte y la vida pasan a su lado sin dirigirle la mirada.
Comienza a comprender lo que ve, lo que ella nunca tendrá. Si el dolor no flota hecho lágrima en su mejilla es porque su orgullo le impide mostrar que siendo tan poderosa como es, el tiempo no pudo hacerla arrodillar pero sí consiguió contenerla en un instante. Y así la dejó, sentada mirando el tiempo, para toda la eternidad hecha extraña testigo, en el Louvre o el museo que le toque en suerte cuando alguna guerra destruya ese...


//Comenzó como otra cosa, pero después lo fui relacionando con ella, La Gioconda. Tal vez influenciado por eso de escribir lo que una imagen te lleva a la mente...
Aclaro que recién después de escribirlo lo relacioné con El Código Da Vinci (el otro día vi el avance de la película. Que asco...), así que comentarios al respecto abstenerse. Para eso vayan a http:\\codigopedorrodavinci.blogspot.com
Y ya que estoy con Leonardo Da Vinci, el otro día no se en que canal (creo que Discovery) enganché un programa de unos tipos que intentaban construir los inventos de Leonardo tal y como él los pensó, tratando de modificar nada o lo menos posible... Muy bueno.//